La vida es un devenir complejo.
Vivir , y sobre todo vivir en relación con otros, puede aparecer como un proceso fácil, feliz, pacífico, prometedor.
También vivir trae sus complicaciones: problemas propios y ajenos, comunicación estancada o ríspida con los otros, incomprensión, indiferencia, silencios.
Silencios, falta , exceso o descuido en las palabras que se usan para conectarse con los otros pueden transformar el vivir en sufrimiento, desesperanza, sensación de “sin salida”.
Cuando los que predominan son los momentos conflictivos , puede abrumar la idea de resolver YA, de obtener “lo que corresponde” sin miramientos ni medias tintas.
Aparece el peligro de rupturas, confrontaciones y decisiones sin vuelta atrás y también la oportunidad de conversaciones que abran horizontes y produzcan aperturas.
Palabras, palabras, palabras…
Palabras, ladrillos que construyen el mundo, exterior e interior.
Palabras, recuerdos de caricias en la lejanía.
Palabras, ruidos, sonidos que nos circundan y que no dicen nada.
Palabras, armas que lastiman, ofenden, humillan, descalifican.
Palabras, tintineos, cánticos, peldaños, ensueños, arrullos.
Palabras, propias, ajenas, derivadas, repetidas, ausentes.
Palabras, agudas, graves, simbólicas.
Entrelazadas, gestos, silencios. LENGUAJES
Las palabras crean realidades.
“Todo sucede a través del lenguaje”
“Nuevas palabras generan nuevas realidades”
“Lo real es lo construido dentro una comunidad”
Es de gran utilidad encarar conversaciones, que permitan avanzar en el armado de ideas hacia un texto que haga sentirse cómodos, respetados y productivos a todos los que participan de ellas.
Es posible construír nuevas realidades a partir de conversaciones colaborativas, abiertas, inclusivas.
Según expresa Harlene Anderson en su libro Conversación, lenguaje y posibilidades, el consultante es experto en el area del contenido, en las experiencias vitales que lo han traído a la consulta. El mediador, orientador, terapeuta, facilitador, es experto en el área del proceso, en participar con el consultante en un proceso dialógico de narrativa.
Citando a Shotter, refiere que. “La vida es naturalmente dialógica. Vivir significa participar en diálogo: hacer preguntas, escuchar, responder, estar de acuerdo y así sucesivamente(…) Cabe esperar que las personas a quienes esta posibilidad les es negada se sientan, como mínimo, humilladas o enojadas”.